Introducción
La mayoría de nosotras estamos de acuerdo en que los maestros y maestras de escuela juegan un papel muy importante en el desarrollo de nuestros niños y jóvenes y por lo tanto también de nuestras comunidades. Sin embargo, el aprecio que se muestra por su labor no se refleja en el sueldo que reciben, el cual es bajo comparado con el de otras profesiones. Aprovechemos la oportunidad que tenemos de mostrarles aprecio por todo lo que ellas y ellos hacen para alentar, enseñar, desafiar y proteger a la generación más joven. Tengas o no hijos o nietos en las escuelas de tu comunidad, tu vida se verá afectada por el éxito y el aliento con que realizan su trabajo los maestros y maestras de esas escuelas.
Ideas de proyectos
Sé una compañera de lectura
Muchos maestros y maestras de escuela aprecian la visita de adultos a sus clases pues les ofrecen a los niños una audiencia nueva, los escuchan, les leen y los alientan a desarrollar la habilidad de la lectura. También le brindan al maestro un respiro en la tarea solitaria que es enseñar clases. Contacta a la escuela primaria sobre los pasos a seguir referentes a cualquier cuestión de seguridad pertinente para poder realizar este tipo de visita.
Muchas bibliotecas también ofrecen un programa de lectura como el que acabamos de describir y les dan la bienvenida a los adultos que tienen tiempo para ayudar a otras personas—tanto adultos como niños—a leer.
Tarjetas de aliento
Durante la “semana de agradecimiento a los maestros”, muchos maestros reciben de sus estudiantes y de los padres de estos regalos y tarjetas de aprecio. Si bien esto es muy positivo, el hecho de recibir tarjetas de aliento de parte de otros miembros de la comunidad sería una estupenda manera para ellos de ver que su trabajo es apreciado por toda la comunidad. Adopten a una escuela primaria, intermedia o secundaria que esté cerca del Cuerpo y consíganse la nómina de sus maestros y maestras. Se las puede hallar en línea en la página web de la escuela. Invita a las integrantes del grupo a escribir notas de agradecimiento al personal de esa escuela y pasen a dejárselas durante la “semana de agradecimiento a los maestros”. Si la tarea de redactar tarjetas individuales a cada miembro del personal de la escuela resulta demasiado exigente, hagan una tarjeta de tamaño grande dirigida al personal y que esté firmada por los miembros del Cuerpo. Recibir las tarjetas acompañadas cada una de un pequeño aperitivo, seguro que va a ser recibido con aprecio y emoción.
Recepción ofrecida a las maestras y maestros de escuela
Trabajen juntas con los participantes del programa juvenil del Cuerpo para invitar a sus maestros de escuela y a sus padres a una recepción a realizarse después del horario escolar. Haz que los líderes del Cuerpo y los padres de los jóvenes compartan con los maestros y maestras la manera en que aprecian la influencia que ellos y ellas ejercen sobre las vidas de los niños y jóvenes de la iglesia. Tómense un momento para orar por los maestros presentes así como por otros miembros del personal de esa escuela así como de otras escuelas de la comunidad local. Esto les permitirá a los maestros a tener una idea más clara de lo que abarca el ministerio del Ejército de Salvación.
Canasta con materiales escolares
Muchos maestros compran de su propio bolsillo los materiales que necesitan en sus clases. Contáctalos para averiguar qué suministros necesitan que la escuela misma no les provee o que los niños no traen de casa consigo. Por ejemplo, un tablón de anuncios o decoraciones para el salón de clases, snacks o meriendas, suministros para la sala de descanso o el comedor de los maestros. Diles a las integrantes del grupo que donen estos elementos, los que luego podrán entregar personalmente a las maestras y maestros.
Anímense unas a otras
Cuando era niña y vivía en un entorno familiar difícil, recuerdo lo mucho que amaba a mis maestros y maestras y apreciaba su participación e influencia en mi vida. No todos los maestros nos daban ánimo, pero varios de ellos sí lo hacían y me encantaba ir a la escuela porque ahí era donde me sentía segura y valorada como persona. Mis maestros favoritos eran, por cierto, aquellos que me felicitaban cuando hacía bien las tareas escolares y me animaban a siempre tratar de hacerlas lo mejor posible. A pesar de que no era consciente de ello en ese entonces, yo no sería la persona que soy en la actualidad de no ser por el amor y por el apoyo de mis maestras y maestros.
El diccionario de la Real Academia Española define la expresión “animar” de esta manera: “infundir ánimo o energía moral a alguien”. Los adultos necesitan que se les dé ánimo y necesitan también muestras de aprecio. Conforme lees las Escrituras, te vas dando cuenta de la frecuencia con que Dios expresa su deseo de que apoyemos a los demás y nos mostremos aprecio unos a otros. “Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo” (1 Tesalonicenses 5:11). “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca” (Hebreos 20:25).
Muchas veces a lo largo de las Escrituras, el Señor nos ordena de esta manera: “Sean fuertes y valientes” o bien “Sean llenos del Espíritu” que nos conduce hacia la victoria espiritual. Y también nos recuerda que Él siempre cumple sus promesas, y eso nos da una esperanza de eternidad. Él nos anima porque Él sabe que enfrentaremos momentos difíciles.
Hoy por hoy, los maestros necesitan nuestro apoyo más que nunca. Ellos y ellas enfrentan todo tipo de obstáculos al acudir a su trabajo cada día. Ellos necesitan saber que los miembros de nuestra iglesia están aquí para darles aliento en la valiosa tarea que cumplen de inculcar conocimiento y habilidades de vida en nuestros jóvenes. El suyo es un alto llamado y sin embargo muchos se sienten desalentados por lo poco visible que son los resultados de sus esfuerzos o por el escaso apoyo que reciben de algunos estudiantes, padres o miembros de la comunidad. Necesitamos darles a todos ellos el ánimo que Cristo infunde en nosotras.
Necesitamos compartir el espíritu de Cristo y el cariño y esperanza que Él nos infunde en todas las situaciones y circunstancias que enfrentamos. Si tú eres capaz de leer esto, haz algo más que agradecerle a un maestro o a una maestra por ello: dales ánimo con tus palabras y tus acciones a las personas que las necesitan.