Marzo 2021 – Estén quietas… Dios es nuestra ancla

Marzo 2021 – Estén quietas… Dios es nuestra ancla

Introducción

Las tormentas de la vida ponen a prueba la fuerza del ancla que nos mantiene firmes. Con Dios como nuestra ancla, no necesitamos temer las tormentas que se presentan en nuestra vida.

Decoraciones

Muestra la imagen de una barca con un ancla y un letrero con las palabras de Hebreos 6:19 (NTV): “Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma”.

Ideas para el programa

  1. Invita a las mujeres a que compartan una ocasión en que Dios fue su ancla y en que ellas confiaron completamente en Él.
  2. Pinten o coloreen anclas recortadas de antemano. Escriban en ellas Hebreos 6:19.
  3. Con antelación, hornea galletas en forma de ancla. Invita a las mujeres a que las decoren.

Guía del encuentro

Bienvenida

Llamado a la adoración

Nadie está salvo de las tormentas de la vida. Al igual que los discípulos, que inicialmente temieron la tempestad y más tarde confiaron en Cristo, nosotras también podemos enfrentar sin miedo las tormentas. Ellas nos llevan a un conocimiento más profundo de Dios.

Canción

With Jesus in the Boat” [Con Jesús en la barca]

https://www.youtube.com/watch?v=RpkQ-Bb78sU

Lectura bíblica

                                               Marcos 6:45–51                                          

Dios es nuestra ancla

En el pasaje bíblico que acaban de escuchar se relata lo que ocurrió luego de que Jesús alimentara a la multitud con dos pequeños pescados y cinco panes. Tras realizar ese milagro, Jesús les dijo a Sus discípulos que se subieran a una barca y se dirigieran a Betsaida, donde Él se reuniría con ellos después. Mientras navegaban, sobrevino una tormenta y los discípulos se vieron obligados a enfrentarla solos. Sin embargo, la tormenta más grande de esa noche fue la que los discípulos sintieron en sus corazones. Su mayor temor no era la tormenta misma ni las olas que azotaban la barca; era el desaliento que sentían porque Jesús los había dejado solos en esa noche tempestuosa, acompañados únicamente de preguntas sin respuestas. Ésa era la verdadera tormenta que los discípulos estaban enfrentando esa noche.

Sin embargo, deben haber pensado que Jesús no se olvidaría de ayudarlos. Lo habían visto calmar tormentas como ésta en ocasiones anteriores. En este mismo mar ellos lo habían despertado y Él había ordenado a los vientos que se serenaran. Lo vieron calmar las ráfagas y apaciguar las olas. Era del todo esperable que Él bajara de las colinas y los volviera a rescatar una vez más. Pero no lo hizo.  A los discípulos les empezaron a doler los brazos de tanto remar. Pero no había señal alguna de Jesús. Las horas pasaban y la violencia del viento no amainaba. La barca se bamboleaba de lado a lado y Jesús no se aparecía por ninguna parte.

Quizás tú eres como los discípulos esa noche, y te hallas tratando de capear un temporal, buscando una luz en la costa, una vislumbre de esperanza. Tú sabes que Jesús sabe aquello por lo que estás pasando. Sabes que Él es consciente de la tormenta que estás enfrentando en tu vida. Pero a pesar de que lo buscas, no lo puedes ver.

¿Por qué tormenta estás pasando en tu vida ahora mismo?

  • ¿Una tormenta de adicción?
  • ¿Una tormenta de enfermedad?
  • ¿Una tormenta de presiones financieras?
  • ¿Una tormenta de relaciones difíciles con otras personas?
  • ¿Una tormenta de duda y desesperanza?
  • ¿Cómo esperas sobrevivir a la tormenta?
  • ¿Quién es tu ancla hoy?
  • ¿Le has dado a Dios el control completo sobre tu vida?

Pero Jesús no abandonó a los discípulos. Leemos en los versículos 50 y 51 (NVI): “Pero Jesús les habló de inmediato: ‘No tengan miedo—dijo—. ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí! Entonces subió a la barca, y el viento se detuvo”. Jesús regresó por ellos. Y Él tampoco nos abandonará a nosotras. A veces nos podrá parecer que nos dejará solas, pero Él siempre está ahí. Cuando lo llamemos, Él responderá a nuestro llamado.

Seguiremos enfrentando todo tipo de tormentas en nuestras vidas; pero lo que importa es quién tiene nuestra ancla en Sus manos. Deja que Dios tome nuestra ancla en sus manos. Déjalo que te guíe.

Momento de reflexión

Oración final