Celebremos Su Bondad

Celebremos Su Bondad

Domingo de la Mujer Póster (Jpeg)

Domingo de la Mujer Póster (Microsoft Word)

Domingo de la Mujer Póster

Pasaje bíblico relacionado: Salmo 145:7

Bienvenida y llamado a la adoración

Grande es el Señor y exaltado entre las naciones.
Fuerte y poderoso es Él, el Rey del cielo y de la tierra.
Santo y bueno es nuestro Señor, más allá de nuestro entendimiento,
y por ello ¡adorémoslo y proclamemos Su bondad a todo el mundo!

(Adaptado del libro The Worship Sourcebook)

Canción congregacional (CA 27)*

“¡Cuánto ha hecho Dios por mí!”

Testimonio de la bondad de Dios

(Elige a tres integrantes de los ministerios femeninos para que compartan
la bondad de Dios en sus vidas.)

Se repite

“¡Cuánto ha hecho Dios por mí!” (CA 27, sólo el coro)*

Lectura responsiva de la Biblia

Integrantes elegidas de los ministerios femeninos (ver página…)

Alabanza y adoración

“Señor eres fiel” por Israel Houghton
Buen Padre” por Anthony Brown & Pat Barrett
“Por siempre” por Chris Tomlin
“¡Oh gran Dios” CA 238*
“Grande es Dios” CA 21*

Coro de oración

“Tú eres fiel” CA 218*

Oración pastoral

Música especial

“Cuando pienso en el Señor” por Hillsong
Coro de cantantes, solista, dueto, presentación de baile

o bien un repaso en PowerPoint de las actividades
locales de los Ministerios Femeninos a lo largo del año

Mensaje

Celebremos Su Bondad

Momento de reflexión

“¡Cuán grande es nuestro Dios!” CA 157*

Canción final

“A Dios sea la gloria”
(Cancionero del Ejército de Salvación, 2)

Oración y bendición

*Coros Aleluya

Mensaje

Celebremos Su bondad

En las últimas décadas del siglo pasado y a inicios del siglo presente recuerdo una frase que se solía decir en los servicios de adoración. Uno de los participantes o de los líderes decía: “Dios es bueno” y la congregación respondía: “todo el tiempo”. El líder entonces repetía “todo el tiempo” y la congregación respondía a su vez diciendo: “Dios es bueno”. Estoy segura de que esta expresión se sigue utilizando en diversos contextos, pero lamentablemente, no la he vuelto a escuchar recientemente. Mi impresión es que a menudo nos quedamos atrapados en los problemas de nuestra vida diaria y nos olvidamos de ver y de celebrar la bondad de Dios.

Cuando mis hijos eran más jóvenes y nos preparábamos para viajar a los concilios de oficiales, los animaba a que se comportaran bien. Mientras estábamos de viaje, solía llamarlos y preguntarles cómo iban las cosas y si estaban comportándose bien. Si estaban siendo buenos y haciendo las cosas que les pedíamos que hicieran, los premiábamos y celebrábamos la bondad que habían mostrado cuando llegábamos de regreso a casa.

Los Salmos a menudo hablan de la bondad de Dios. En el Salmo 34:1–8 leemos: “Bendeciré al Señor en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán. Mi alma se gloría en el Señor; lo oirán los humildes y se alegrarán. Engrandezcan al Señor conmigo; exaltemos a una su nombre. Busqué al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores. Radiantes están los que a él acuden; jamás su rostro se cubre de vergüenza. Este pobre clamó, y el Señor le oyó y lo libró de todas sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos. Prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en él se refugian”. En este pasaje de las Escrituras, el salmista reflexiona sobre la bondad de Dios y canta Sus alabanzas. Este canto lo hace él como individuo y la comunidad como congregación. El salmista comparte su testimonio sobre todo lo que Dios ha hecho. Para celebrar la bondad de Dios, tenemos que seguir su ejemplo y: 1. Ver y saber quién es Dios—¡Él es un Dios bueno! 2. Recordar su bondad. 3. Cantar alabanzas a Su bondad, y 4. Compartir Su bondad.

1) Ver y saber quién es Dios—¡Él es un Dios bueno!

Él es Dios nuestro creador. Todo comenzó con estas palabras en el Génesis: “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra”. Dios habló, y el mundo fue creado, pero cuando llegó el momento de crear a la humanidad, Él nos tomó en Sus manos y nos moldeó a su imagen. El Salmo 139 nos recuerda que Dios sabe todo acerca de nosotros: “Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto” (versículo 1). El salmista prosigue diciéndonos: “Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre” (versículo 13). “Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos” (versículo 16). ¿No te asombra que esto sea así? Dios tiene un plan para ti y para mí que fue diseñado para nosotras desde antes que naciéramos. Tú eres Su creación especial, y como se suele decir: “Dios no crea nada en vano”. Él es un Dios bueno.

Podemos alegrarnos porque Dios es nuestro redentor. En el Antiguo Testamento leemos que Dios redimió a Su pueblo Israel, enviándole a Moisés para que los liderara y los liberara del cautiverio en Egipto. A los israelitas que sufrían el cautiverio, esto debe haberles parecido una tarea imposible. Tras sobrevivir a las diez plagas y tras cruzar el Mar Rojo, empezaron a darse cuenta de que para Dios nada es imposible. Su liberación y redención son simbólicas de lo que la muerte de Jesús en la cruz hizo por nosotros. Somos salvos de nuestros pecados y se nos prometió la vida eterna por medio de Su sangre redentora, derramada por nosotros. ¡Dios es un Dios bueno!

Dios es nuestro proveedor. Sus provisiones para la humanidad comenzaron con Adán y Eva. Él creó todas las cosas que ellos necesitaban y luego los colocó en el hermoso Jardín de Edén que había preparado para ellos. A causa de su desobediencia, fueron expulsados del jardín. Pero así y todo Dios siguió cuidándolos y proveyendo cada una de sus necesidades. Leemos en Génesis, capítulo 22, de otro ejemplo de cómo Dios provee lo que necesitamos. En este caso, le dijo a Abraham que sacrificara a su hijo, Isaac, pero justo cuando Abraham estaba a punto de aplicar el cuchillo al niño, el Ángel del Señor le dijo que no le hiciera daño. Dios proveyó un carnero como sacrificio en lugar de Isaac. Abraham llamó a ese lugar “El Señor proveerá”, pues el Señor ciertamente había provisto lo que Abraham quería y necesitaba. Cuando a causa de su desobediencia los israelitas vagaron por el desierto durante 40 años, Dios proveyó lo que cada uno de ellos necesitaba enviándoles maná, codornices y agua. Cada vez que el pueblo de Dios tiene una necesidad, Él provee lo que necesitan. ¡Dios es un Dios bueno!

Leemos en el Salmo 84:11, “El Señor es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria.
El Señor brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha”. Así es como queremos que sea nuestra relación con Dios. Queremos que Él nos bendiga y nos muestre Su bondad como nuestro Padre Celestial. Desafortunadamente, muchas veces también queremos tener la libertad de actuar como nos venga en gana y hacer las cosas a nuestro antojo. Cuando algo no es como nosotros queremos que sea, nos indignamos y pensamos que Dios no está siendo bueno con nosotros.

Como madres que somos, no premiamos a nuestros hijos por su mal comportamiento. Cuando se portan mal, se rebelan o nos desobedecen, no los premiamos llevándolos a la heladería a disfrutar de un helado. No, lo que hacemos es corregir su indisciplina, pues los amamos. Lo mismo ocurre con Dios; si queremos que Él nos bendiga, debemos vivir según Su voluntad para cada una de nuestras vidas. Cada vez que leemos las páginas de la Biblia recibimos el mismo mensaje de que Dios es bueno.

2) Recordarle Su bondad a Su pueblo

La hermosa canción “Oh, Dios eterno” nos recuerda la bondad de Dios para con Su pueblo. “Oh, Dios eterno, tu misericordia ni una sombra de duda tendrá; tu compasión y bondad nunca fallan y por los siglos el mismo serás.” ¡Qué buen recordatorio de que todo lo que necesitamos, Él lo ha provisto de Su mano. ¡Nosotras somos las receptoras de la bondad de Dios!

Uno de los problemas que enfrentamos en la actualidad es que vivimos en un mundo de insatisfacción. No importa lo que tengamos o el lugar donde nos encontremos, simplemente no es suficiente. La autora y oradora Emily P. Freeman lo expresó así: “El descontento se manifiesta cuando nos enfocamos en lo que no podemos tener en lugar de enfocarnos en aquello que tenemos”. Nos enfocamos más en lo que no tenemos y desatendemos todo lo que Dios nos ha dado. Nos comportamos como los israelitas en el desierto, quejándonos sin cesar y olvidándonos de la bondad de Dios.

Los israelitas se molestaron y se quejaron de su situación y olvidaron que Dios los había liberado del cautiverio en Egipto. Olvidaron que Él los protegía y les proveía todo lo que necesitaban para sobrevivir mientras vagaban por el desierto. Se quejaban de que la comida de codornices y maná era siempre la misma. “Y [el pueblo] comenzó a hablar contra Dios y Moisés: «¿Por qué nos sacaron de Egipto para morir aquí en el desierto? —se quejaron—. Aquí no hay nada para comer ni agua para beber. ¡Además, detestamos este horrible maná!»”. (Números 21:5, NTV). Su pueblo siguió olvidándose de la bondad de Dios para con ellos y se quejaba, ignorando por completo las buenas obras que les prodigaba.

Hay muchos versículos interesantes en Números 11 que se enfocan en las quejas y falta de gratitud de los israelitas. “Al populacho que iba con ellos le vino un apetito voraz. Y también los israelitas volvieron a llorar, y dijeron: «¡Quién nos diera carne! ¡Cómo echamos de menos el pescado que comíamos gratis en Egipto! ¡También comíamos pepinos y melones, y puerros, cebollas y ajos! Pero ahora, tenemos reseca la garganta; ¡y no vemos nada que no sea este maná!»” (Números 11: 4–6). Al leer esos versículos pensé: ¿acaso se habían olvidado de la vida que habían llevado en Egipto? Por sus quejas una pensaría que Egipto había sido para ellos un balneario de vacaciones con piscinas, camareros, un bufé de tenedor libre, con mozos de cocina y servicio a la habitación. Pero parecían haber olvidado que en Egipto su vida había sido de esclavos. Sus experiencias en Egipto habían sido terribles. Solían ser azotados, golpeados, hambreados y estaban sometidos a un régimen constante de trabajo forzado. A pesar de que Dios los había redimido y había provisto todas sus necesidades en el desierto, sólo eran capaces de enfocarse en los aspectos negativos de la situación que estaban viviendo en el desierto.

Todas hemos conocido personas que de inmediato se enfocan en las cosas malas en sus vidas. En uno de nuestros nombramientos, había una mujer que se quejaba de que todo estaba mal. Las luces de la capilla eran demasiado brillantes un día y demasiado tenues al día siguiente. El edificio del Cuerpo era demasiado frío o demasiado caluroso, dependiendo de cómo ella se sentía. Nunca parecía hallar algo bueno a su alrededor. Cuando le decías: “¿Cómo estás?”, ella rápidamente te contaba todo lo que estaba mal en su vida. No era capaz de recordar que tenía las fuerzas para levantarse de la cama cada mañana. Se olvidaba de que tenía un lugar donde vivir, un automóvil que conducir, una familia de fieles en la iglesia que velaban por ella y por su buena salud. Le resultaba difícil si no imposible enfocarse en la constante bondad de Dios para con ella.

En Mateo 7:9–12 leemos: “¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!” Y nosotras, ¿somos culpable también de enfocarnos en las piedras y en las serpientes, en lugar del pan y el pescado? Vemos todas las cosas malas en nuestra vida y todas aquellas cosas que no tenemos, pero nos olvidamos de recordar todas las cosas que Dios nos ha provisto y que podríamos celebrar y agradecer.

Para celebrar la bondad de Dios tenemos que recordar lo que Él ha hecho y sigue haciendo por nosotras. Hay un coro que dice: “When I remember that He died for me, I will never go back anymore” (“Cuando recuerdo que Él murió por mí, sé que no volveré jamás a apartarme de Él”). Leemos en la Biblia que Dios, desde el comienzo del tiempo, había magistralmente planeado y provisto todo para nosotros. Tanto es lo que nos ama, que envió a Su Hijo Jesús para que nos pudiese perdonar nuestros pecados y para que nos pudiésemos reconciliar con Él. Cuando recordamos esto, debemos hacerlo cantando a todo pulmón “I’ll never go back anymore” (“No volveré jamás a apartarme de Él”). ¡Vaya! ¿Cómo podemos olvidarnos de esa bondad para con nosotros, Su pueblo?

3) Cantar alabanzas a Su bondad

Cuando recordamos Su bondad y la tenemos siempre en nuestros pensamientos, no podemos reprimir nuestro deseo de alabarlo. Cantamos Sus alabanzas adorándolo corporativamente, como hemos hecho esta mañana. Cantamos como comunidad corporativa de creyentes la canción “Señor eres fiel”. Una poderosa arma de adoración es ésta de cantar todas juntas acerca de la bondad de Dios. El Cielo se regocija y Satanás tiembla de miedo cuando el pueblo de Dios canta sobre la bondad de Dios.

Cantamos alabando al Señor en momentos de privacidad cuando nos sentimos sobrecogidas por la presencia y bondad de Dios. Lo que tiene de especial cantar en momentos de privacidad es que nadie más que Dios puede escucharte cantar, y no importa si tienes bonita o mala voz. Puede que te sientas cohibida en la adoración corporativa porque tu voz no es la mejor; pero cuando estás a solas, en el carro, o en la ducha en casa donde nadie te puede oír, puedes cantar con toda el alma. La única persona que te puede oír es Dios y si cantas desde tu corazón, es un canto dulce, muy dulce a sus oídos. Como dice la canción: “Te amo, oh Dios, alzo a ti mi voz, para adorar y gozarme en ti. Regocíjate, escucha mi Rey. Que sea un dulce sonar para ti.

Podemos cantar Sus alabanzas poniendo por escrito todas las razones por las que Dios es bueno. Podrías decir: “Pero eso no es lo mismo que cantar”. Y, técnicamente, tendrías razón. Pero cuando leemos acerca de la bondad de Dios y la atesoramos en nuestros corazones, la canción, si bien no la cantamos en voz alta, es apreciada por Dios.

4) Compartir Su bondad

Parte de lo que significa celebrar Su bondad consiste en compartirla. No sé qué piensas tú, pero a mí no me gusta celebrar sola. Es en esos momentos cuando podemos poner a las personas al corriente de lo que ha estado sucediendo en nuestras vidas y compartir con ellas nuestras esperanzas y sueños. Cuando asisto y participo en alguna festividad, disfruto de celebrar con aquellas personas que conozco y con todos aquellos que empiezo a conocer.

En Lucas 15 se relatan tres parábolas sobre cosas perdidas y luego halladas. La primera es la de una oveja perdida, la segunda sobre una moneda perdida y la tercera sobre un hijo perdido. Al final, cuando la oveja y la moneda fueron halladas y el hijo regresó a casa, el padre hizo una fiesta e invitó a todos a celebrar ese momento con él. Podemos ver esto como un ejemplo y estar dispuestas a alegrarnos todas juntos por la bondad de Dios.

Podemos compartir la bondad de Dios contándoles a los demás lo que Él ha hecho por nosotros. Los testimonios sobre la bondad de Dios no tienen que expresarse sólo los domingos por la mañana o cuando nos encontramos en la iglesia. Cada vez que Dios abre una puerta para que compartas Su bondad, aprovecha la oportunidad. ¿Cuántas veces al día te pregunta alguien: “¿Cómo te sientes esta mañana?”? Ésa es una puerta abierta para que le hables sobre la bondad de Dios. Lamentablemente, nuestra reacción natural es contestar: “Estoy bien, gracias”. No debemos sentir miedo de compartir lo bueno que es Dios y lo que Él está haciendo en nuestras vidas. En Hebreos 10:25 leemos: “No dejemos de congregarnos, como acostumbran a hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca”.

A veces nos resulta difícil ver la bondad de Dios debido a lo malas que nos parecen las cosas. Es entonces cuando necesitamos que las personas que nos rodean nos muestren Su bondad. Un día, un oficial del Ejército de Salvación le dio un aventón a un hombre que vio caminando por la calle. En la conversación que tuvieron en el carro, ese hombre le confidenció que recién había llegado a la ciudad y que su familia se encontraba viviendo sin muebles. El oficial pudo ayudarlos con muebles, ropa, comida y el pago del alquiler hasta que pudieran ponerse de pie por sí solos. Cuando los muebles llegaron, el oficial los ayudó a instalarlos. Mientras visitaba a la familia tuvo la oportunidad de compartir que todo lo que el Ejército de Salvación había hecho por ellos era asegurarles que contaban con el amor y la bondad de Dios. Antes de retirarse, ofreció orar con la familia. Todos se mostraron muy dispuestos y le dieron gracias a Dios por todo lo que Él había provisto para ellos.

En esta nueva era centrada en la tecnología cada una de nosotras puede darles a conocer a las personas la bondad de Dios a través de los medios sociales—Twitter, e–mail, Facebook, Snapchat, Instagram, text, y las llamadas telefónicas, o incluso mediante una buena carta manuscrita como se hacía hasta hace no tantos años. Usa el método que más te acomode para compartir la bondad de Dios de modo que todas esas personas puedan celebrarla contigo.

Conclusión

¡Dios es bueno! Ésa es una declaración tan verdadera como es la de decir que Dios es amor, o que Dios es misericordioso, o que Dios es fiel. Es uno de Sus atributos. No está en la naturaleza de Dios no ser bueno. Él no puede no ser bueno. Dios nunca tiene un mal día en que no le prodigue Su bondad a Su pueblo. Incluso a aquellos que le son desobedientes, Él les sigue mostrando Su bondad, compasión y misericordia. Todo proviene de la bondad de Dios para con nosotros.

El desafío que les propongo para hoy es que piensen en todas las maneras en que Dios ha sido bueno con cada uno de ustedes. Trátese del hecho de que esta mañana despertaste, pudiste levantarte de la cama y venir a la iglesia, o de que Él sigue proveyendo todas tus necesidades día tras día. Y, luego, cuando regreses a casa, pon todas esas cosas por escrito y atesóralas en tu corazón. Celebra Su bondad. Deja que tu corazón cante alabanzas a Su bondad. Junto con ello, piensa en cómo podrías compartir la bondad de Dios con otra persona. Quizás con aquel que está sentado a tu lado esta mañana. Quizás cuando regreses a casa podrías postear un mensaje en Facebook o escribir un e–mail para compartir lo que Dios ha venido haciendo por ti día tras día.

Conforme seguimos con nuestro momento de meditación y oración, reflexiona sobre quién es Dios y sobre la bondad que Él te ha mostrado; reflexiona sobre lo que Él ha hecho por ti y sobre las manifestaciones de Su bondad en tu vida. Canta Sus alabanzas mientras cantamos nuestra canción final de hoy: “¡Cuán grande es nuestro Dios!”. Acuérdate, al regresar a casa, de compartir tu testimonio y proclamarle Su bondad a alguien durante este día.

Lectura antifonal de las Escrituras

Lector 1: Te exaltaré mi Dios y Rey; y alabaré tu nombre por siempre y para siempre. Te alabaré todos los días; sí, te alabaré por siempre.

Lector 2: ¡Grande es el Señor, el más digno de alabanza! Nadie puede medir su grandeza. Que cada generación cuente a sus hijos de tus poderosos actos y que proclame tu poder.

Lector 1: Meditaré en la gloria y la majestad de tu esplendor, y en tus maravillosos milagros. Tus obras imponentes estarán en boca de todos.

Lector 3: Proclamaré tu grandeza. Todos contarán la historia de tu maravillosa bondad; cantarán de alegría acerca de tu justica.

Lector 1: El Señor es misericordioso y compasivo, lento para enojarse y lleno de amor inagotable.

Lector 2: El Señor es bueno con todos; desborda compasión sobre toda su creación. Todas tus obras te agradecerán, Señor, y tus fieles seguidores te darán alabanza.

Lector 3: Hablarán de la gloria de tu reino; darán ejemplos de tu poder. Contarán de tus obras poderosas y de la majestad y la gloria de tu reinado. Pues tu reino es un reino eterno; gobiernas de generación en generación.

Lector 1: El Señor siempre cumple sus promesas; es bondadoso en todo lo que hace. El Señor ayuda a los caídos y levanta a los que están agobiados por sus cargas. Los ojos de todos buscan en ti la esperanza; les das alimento según la necesidad.

Lector 2: Cuando abres tu mano, sacias el hambre y la sed de todo ser viviente.

Lector 1: El Señor es justo en todo lo que hace; está lleno de bondad.

Lector 2: El Señor está cerca de todos los que lo invocan, sí, de todos los que lo invocan de verdad.

Lector 3: Él concede los deseos de los que le temen; oye sus gritos de auxilio y los rescata.

Lector 1: El Señor protege a todos los que lo aman, pero destruye a los perversos.

Lector 2: ¡Grande es el Señor!

Lector 3: ¡El Señor es bueno!

TODAS: ¡Alabaremos al Señor, y que todo el mundo bendiga su santo nombre por siempre y para siempre!

(Salmo 145 Nueva Traducción Viviente (NTV))