Introducción
La velada del martes era mi noche preferida de la semana. Mientras preparaba la comida en la cocina, me encantaba oír cuando la primera visita tocaba a la puerta. Lauren venía a la cocina a sentarse en el mesón para ponerme al corriente sobre lo que había hecho durante la semana. Una y otra vez se abría la puerta y la cocina se llenaba de más y más voces y risas. Esta rutina era la misma cualquiera fuese el número de personas que había, de dos a diez. Una contribuía con la cena y otra servía los platos. Nos turnábamos en la tarea de proveer la comida y disfrutábamos de todo, desde waffles hasta scones hechos en casa, queso grillado o pizza por despacho a domicilio. Nos reuníamos para compartir nuestras vidas y estudiar la Palabra de Dios. Celebrábamos todas las victorias de nuestras vidas y llorábamos al reflexionar sobre los tiempos difíciles que enfrentábamos. Estos días llenaban mi hogar de vida y ayudaron a formar entre todas nosotras una familia que nos marcaría por el resto de nuestras vidas. Este grupo se conformó gracias a la necesidad que todas teníamos de un lugar que pudiésemos llamar nuestro hogar y gracias al hambre que sentíamos por la Palabra de Dios. “Estén listos para ayudar a los hijos de Dios cuando pasen necesidad. Estén siempre dispuestos a brindar hospitalidad” (Rom. 12:13, NTV).
El diccionario define la hospitalidad como “tratamiento generoso y amistoso de las visitas e invitados”. Muchas de nosotras nos apresuraríamos a decir que no poseemos el don de la hospitalidad, pero lo decimos en el mal entendido de que exige de nosotras una gran cantidad de tiempo que debemos pasar en la cocina para poder entretener a nuestras visitas. La verdad es muy otra, pues la hospitalidad es algo muy ajeno al concepto de “entretener”. Tener una casa abierta y un corazón abierto es todo lo que se necesita. Es estar dispuesta simplemente a compartir juntos los momentos de la vida, abrir nuestro hogar y proveer un lugar especial para encontrarse y compartir en momentos de aliento, apoyo, oración, risa y estudio de la Palabra de Dios. Es darnos cuenta de que todos somos humanos. Nuestra casa no tiene que ser un retrato de la perfección, sino un retrato del amor. En ella proveemos un espacio de bienvenida e invitación para compartir la vida con generosidad.
Decoraciones
Ejemplos:
- Mesa de té—tazas, platillos y una tetera de porcelana
- Mesa informal—platos de cartón y cubiertos de plástico
- Mesa de “Todo a un Dólar”—se debe adquirir todos los elementos de la mesa, desde los individuales de mesa hasta las decoraciones en una tienda de “Todo a un Dólar”
La idea consiste en mostrar que hay una variedad de maneras en que las mujeres pueden crear un espacio de hospitalidad. Podría tratarse de una mesa de té completamente decorada o de una mesa con pequeños frascos o candeleros de una tienda de “Todo a un Dólar” llenos de las golosinas preferidas o de los ingredientes para un chocolate caliente o para hacerse un rico helado con crema, frutas y nueces.
Aperitivos de la hospitalidad
Hablen sobre diferentes ideas de hospitalidad:
- Estudio bíblico—Invita a un grupo a tu casa para que realicen un estudio bíblico.
- Cita de juegos—Como madres atareadas que somos, sabemos lo que es la necesidad de unos pocos momentos compartidos con otros adultos. Invita a una amiga o trae a sus hijos a disfrutar de un té. Deja que los niños jueguen afuera o que miren una película todos juntos para que los adultos puedan compartir con tranquilidad.
- Sorpresa de la despensa—Las visitas están por llegar y no tienes tiempo de ir al supermercado a comprar. ¿Qué puede hacer con lo que tienes? ¿Una infusión con una rodaja de fruta? ¿Galletas de soda y queso? ¿Galletas dulces en un plato?
- Película y palomitas de maíz—Cocina palomitas de maíz y pon sobre la mesa elementos que se puedan agregar a ellas, como pretzels, M&Ms o cereales. Arrellánense en los sillones y vean una película.
- Preparación de una comida—Invita a algunas amigas a tu casa con la idea de preparar una comida que se puedan llevar de vuelta a casa para servírsela a sus familias. Asígnales a las mujeres la tarea de traer los diversos ingredientes para el plato que van a preparar. Sirve un almuerzo sencillo de preparar para las mujeres—una ensalada, un quiche o una pizza que tengas guardados en la heladera.
- Fiesta de té—Invita a algunas amigas para una fiesta de té. Una taza de té y unas pocas delicias pueden dar lugar a mucha entretención y compañerismo.
Hospitalidad
Me encanta ver en la tele el canal HGTV (Home and Garden Television) y apreciar las transformaciones de casas venidas a menos en hermosos hogares con todas las cosas perfectamente dispuestas en sus lugares. Parecen fotografías sacadas de una revista. Pero reflexiona sobre eso un momento. Cuando el equipo de TV se va y la familia empieza a vivir su vida, resulta difícil mantener ese nivel de perfección. Los niños juegan y dejan los juguetes desparramados por el suelo, los zapatos de papá están en el piso junto a su silla preferida, y la familia sale apurada por la mañana dejando los platos sucios del desayuno en el fregadero. La casa tendrá toda la apariencia de que en ella hay amor y que varias personas viven en ella. La hospitalidad no tiene nada que ver con eso de tener una casa que se ve perfecta, sino con invitar a alguien a tu casa llena de amor y llena de las personas que la habitan.
La hospitalidad tiene que ver con amar a alguien y darle la bienvenida en tu casa para que comparta la vida contigo y tu familia durante unas horas. Tiene que ver con abrir tu corazón. “Estén listos para ayudar a los hijos de Dios cuando pasen necesidad. Estén siempre dispuestos a brindar hospitalidad” (Rom.12:13, NTV). Es tan sencillo como invitar a tu casa a alguien que necesita disfrutar de una comida hogareña, o como traer a un amigo a casa para compartir con él o ella una taza de té y conversar sobre cómo les ha ido últimamente.
Sé que hay muchas personas que sienten temor de abrir sus casas porque no quieren que alguien los vea como de verdad son. (Yo misma me sentido así estos días). La hospitalidad tiene que ver con ser vulnerable y compartir tu hogar por un rato con los demás. Tiene que ver con la intención de vivir la vida con alguien y mostrarles el amor de Dios … sin importar el estado en que se encuentra tu plato de cereales en el fregadero. Jesús nos dice: “Les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos” (Juan 13:34, 35, NTV).
El amor consiste en preocuparse genuinamente de alguien incluso cuando la cocina está hecha un desastre o los juguetes de los niños están desparramados por el suelo. El amor consiste en no preocuparse de lo que los demás puedan pensar de nosotros. A veces los momentos más grandes del amor de Dios se hacen presentes en los instantes cotidianos cuando abrimos nuestros corazones y nuestros hogares a los demás. Quizás esa persona que nunca tuvo una familia cariñosa podrá ver y aprender lo que es el amor de un padre o una madre al interactuar con tu familia. Quizás el individuo que se estresa por tener una casa perfectamente aseada se dé cuenta de que no es la única persona que enfrenta ese tipo de problema todos los días. Dios usa nuestros corazones abiertos y nuestros hogares abiertos para que reconectemos unas con otros por medio de las conversaciones y las luchas interiores que cada una de nosotras suele vivir a diario.
En la medida que seamos hospitalarias con los demás y compartamos la vida entre todos, podemos ser una luz como Dios nos pide que seamos en Mateo 5:14-16: “Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial” (NTV).