Hogar Dulce Hogar

Hogar Dulce Hogar

Carteles

 

Mensaje del Domingo por la Mañana

Vive una vida cristiana en tu hogar

Basado en Colosenses 3

Uno de los shows de televisión más populares sobre rediseño y remodelación de hogares fue “Fixer Upper” (expresión inglesa que significa: casa necesitada de remodelación). Este show te introduce en la vida de una familia cuya pasión consiste en inspirar a los demás a ser dueños de su propio hogar. Ellos toman una casa vieja y venida a menos en el centro de la ciudad de Waco, Texas, y la transforman en una casa hermosa y prodigiosamente bien reconstruida. ¿Qué es un hogar? Es el lugar donde el amor expulsa todos los miedos, donde estamos rodeadas y apoyadas por aquellos que nos aman incondicionalmente y que nos acogen siempre a pesar de nuestras faltas y fracasos. No está definido por cuatro paredes, sino que es más bien el lugar donde compartimos nuestra vida con otras personas. Nuestra fe en Jesús no sólo nos cambia como personas sino que cambia con ello a nuestros hogares. A veces necesitamos que Dios intervenga y arregle nuestro hogar de manera que sea como Él lo desea para nosotras.

Según algunos analistas, los hogares estadounidenses han estado fracasando de manera alarmante. Tanto las madres como los padres trabajan fuera de casa, de modo que muchas veces los hijos quedan solos en casa, donde deben arreglárselas por su propia cuenta. Los hogares monoparentales (compuestos de sólo la madre o el padre) van en aumento, aumentando con ello la tensión al interior de la familia en tanto sus miembros hacen lo que pueden por llevar todo lo relacionado con el hogar. Aquello en lo que nuestros hogares estadounidenses se han convertido se aleja mucho del viejo ideal. ¿Es esto lo que Dios quería que fueran nuestras familias? Él instauró el hogar al comienzo de la creación (Gén. 2:18–25). Pero a causa del pecado, ha habido un quebrantamiento de la estructura familiar conocida con el nombre de “hogar”. Hace muchos siglos, dijo Confucio: “La fortaleza de una nación se deriva de la integridad de sus hogares”. Cada una de nosotras puede hacer un aporte a la tarea de construir hogares donde prevalece un espíritu de santidad. Mediante la Palabra de Dios podemos descubrir componentes clave de nuestra relación con Cristo y con los demás que llevarán a la consolidación de hogares enfocados en Cristo.

Hace poco hice una encuesta en Facebook y pregunté: “¿Cuáles son las cualidades de tu hogar con las que esperas que se identifique a tu familia? ¿Qué hace que tu hogar sea un hogar para ti?” Las respuestas más populares fueron: amor, seguridad, perdón, responsabilidad y paz. Cada una de nosotras desea ser bienvenida en un hogar donde se vivan estas cualidades, pero, más importante aún, uno en que el amor incondicional sea el fundamento. De manera que hoy nos preguntamos: ¿cómo competimos en el mundo para lograr crear un entorno como ése cuando sabemos que muchas personas ni siquiera se lo imaginan? Debemos actuar con amor.

Al crear una casa, los diseñadores más talentosos siempre tienen planes y sugerencias, muchas de las cuales incluyen los siguientes elementos: un punto focal, piezas que conforman un espacio, y facetas cálidas. Me gustaría usar estos elementos al reflexionar sobre la manera en que Dios desea que nuestros hogares cristianos sean diseñados. Abramos la Palabra de Dios y leamos juntas la carta a los Colosenses 3:13-4:1 (NVI).

Es importante para nosotras conocer la historia de la época en que el Apóstol Pablo escribió esta carta. Cuando Pablo echó los cimientos cristianos para la paz y la estabilidad, estaba consciente de la crisis que vivía la sociedad durante el reino del emperador romano César Augusto, quien gobernó por 41 años. Pablo era un judío que se había convertido al cristianismo. Al mismo tiempo, era un ciudadano romano muy en sintonía con el estilo de vida de esos tiempos. En el pasaje que acabamos de leer, él confronta los valores más profundos de los ciudadanos romanos de su época. La propaganda del imperio era conocida como la Pax Romana, la cual prometía seguridad y prosperidad para todos. El Apóstol Pablo empieza y termina su carta expresando una manera de pensar muy diferente a la de Augusto.

Como manera de entender el contexto romano en que la carta de Pablo fue escrita, debemos buscar pasajes paralelos en otras cartas de Pablo, escritas durante ese mismo período de tiempo. El Imperio Romano estaba en crisis hacia el año 29 a.C. César Augusto creía que con una fuerte seguridad y prosperidad, la vida empezaría a ser más pacífica en los hogares. Augusto también entendía que debía haber órden al interior de la vida doméstica a lo largo y ancho del imperio. Eso inspiró su política de promover a la familia romana, la que también en latín se designaba con la palabra familia, que usamos en español.

La familia para Augusto no es lo que nosotras consideramos una familia promedio: dos padres, dos hijos, un perro, una casa rodeada de amor y empatía. Augusto confiaba en que la restauración de la familia tradicional establecería y fortalecería los fundamentos del imperio. Este emperador, el primero, llegaría a ser considerado el padre del Imperio Romano. Se propuso restaurar, “arreglar” y regresar a un tiempo en que la familia era mucho más fuerte. Es como nuestros recuerdos: “¿Te acuerdas cuando … los niños no tenían teléfono celular? ¿Cuando teníamos que ir a la biblioteca a buscar los textos y recursos que necesitábamos? ¿Cuando teníamos que caminar a la escuela y cultivar nuestros propios huertos en lugar de ir en carro hasta Walmart® a recoger el pedido hecho momentos antes por teléfono?”

Las piezas del hogar

La familia romana (las piezas que un diseñador necesita para crear un hogar) consistía en un hogar doméstico completo: una comunidad de personas que vivían y trabajaban juntas. Siempre consistía de un esposo, esposa, hijos y esclavos. El órden de la sociedad traía consigo códigos por los cuales había que vivir y un órden que se debía mantener. Los antiguos romanos creían que ese tipo de órden traería estabilidad, no sólo a los hogares, sino también a todo el imperio. La cabeza del hogar, el padre, era el miembro de sexo masculino de mayor edad de la familia. El padre era dueño de todo lo que había en el hogar y era legalmente responsable de todo lo relacionado con él. Podía mantener a sus hijos o matarlos. Tenía el poder de decisión y toda la autoridad. Su esposa era su propiedad al igual que sus hijos y esclavos. No existía nada parecido a lo que hoy conocemos con el nombre de desarrollo infantil. Las estadísticas de esa época arrojan que el 50 por ciento de los niños moría antes de la edad de 10 años; y, debido a eso, afectaba la manera en que la gente pensaba en los niños en el mundo romano. No tenían protección y eran forzados a trabajar desde temprana edad. Los últimos componentes de la familia romana eran los esclavos. No eran esclavos raciales, sino esclavos adquiridos mediante conquistas militares. Por esas fechas había un flujo enorme de esclavos hacia Roma de modo que posiblemente había unos dos o tres millones de esclavos en una población total de siete millones de personas. Éste es el mundo al que Pablo le estaba escribiendo. Este tipo de sistema familiar había estado instalado en el imperio desde hacía 75 años, y el imperio dependía de él. Pablo, un cristiano ungido por Dios, entró y vivió en este ambiente cultural y compartió una nueva manera de diseñar el hogar.

Lo que Pablo escribe en Colosenses 3 nos permite ver la manera en que Dios ha instituido la familia. Pablo escribió otras dos cartas más o menos por las mismas fechas: a los Efesios y a Filemón. Efesios 5:21–6:9 es un pasaje paralelo a Colosenses 3. Pablo exhorta en ambas cartas a las esposas a someterse, no a obedecer sólo en orden a la legalidad, sino a comportarse y relacionarse con respeto. En su mundo, la mujer no tenía poder sobre nada. Pablo dice que la esposa debe tratar a su “esposo” con respeto. Esto tiene un paralelo en Efesios 5:21, 22: “Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo” (NVI). La sumisión es una virtud de carácter. Someterte a tu esposo como algo que es acorde con la voluntad del Señor. Pablo dice que la medida de la sumisión de la mujer ya no es Roma, sino Cristo, lo que por cierto iba completamente a contracorriente de las costumbres romanas y de la época.

Pablo luego aborda al esposo, quien cuenta a la vez con el poder y la autoridad. Dice: “Esposos, amen a sus esposas”. En el antiguo mundo romano, no se esperaba que el esposo y la esposa se amaran. Pablo dice que el esposo debe amar a su esposa y no ser severo con ella. En Efesios 5:25, los esposos deben amar “a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella” (NVI). Esto iba a contracorriente de las costumbres sociales de esa época.

Los hijos eran propiedad de los padres; ni siquiera eran vistos como personas. En Efesios 6, Pablo conecta la obediencia con el mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”. En vez de ser un deber asociado con el temor, honrar a los padres debe ser un acto de adoración. Honras a Dios de la manera en que obedeces a tus padres. En Colosenses 3:21, Pablo dice: “No exasperen a sus hijos”. Él sabía que los padres pueden inspirar mucho temor en sus hijos. Pablo escribe: trátenlos como personas, “con integridad de corazón y por respeto al Señor” (NVI).

Un criminal inglés de nombre John H. Starkey fue un hombre realmente malo que asesinó a su esposa. Cuando murió, los oficiales llamaron al General William Booth para que dirigiera su funeral. En la ceremonia, Booth estuvo rodeado de todos aquellos que hablaron de la vida maligna y pecaminosa de Starkey. Las primeras palabras de Booth a los congregados los hicieron reflexionar. “John H. Starkey nunca tuvo una madre que orara al Señor”, les dijo. Los niños deben ser criados según “la disciplina e instrucción del Señor” (Efesios 6:4). Los niños también necesitan tener padres con espíritu de santidad que les enseñen los caminos del Señor.

Pablo luego trae a los esclavos al foro de la discusión. Él quería transformar la relación entre esclavos y amos. Desafortunadamente, Pablo no tenía la autoridad para abolir la esclavitud, pero podía subvertirla. Dijo que un esclavo que es cristiano da cuenta ante Dios y que Él lo premiaría. El esclavo debe trabajar como si lo estuviese haciendo para el Señor. En Efesios 6:9, Pablo urgió a sus destinatarios: “Y ustedes, amos, correspondan a esta actitud de sus esclavos, dejando de amenazarlos. Recuerden que tanto ellos como ustedes tienen un mismo Amo en el cielo, y que con él no hay favoritismos” (NVI). Tu Amo no es César Augusto, no es el “padre” de tu hogar aquí en la tierra, sino Dios, que está sentado en el trono en el Cielo. Todos debemos rendir cuenta ante Él.

La carta a Filemón fue escrita al mismo tiempo que Colosenses. Es una carta que Pablo escribió sobre un esclavo que se había fugado de la casa de su amo. Onésimo, el esclavo, se había convertido pero luego debía regresar a su pueblo y confrontar a su amo, Filemón. “Tal vez por eso Onésimo se alejó de ti por algún tiempo, para que ahora lo recibas para siempre, ya no como un esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido”, escribe Pablo en Filemón 1:15-16. “[Onésimo es] muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor”. Pablo le dijo a Filemón que pensara en su esclavo como en “un hermano querido”, lo que suponía una manera muy diferente de pensar.

Puntos focales del hogar

Si un hogar cristiano es diferente, la gente lo notará. Y verán la “caridad/amor” sobre la que Pablo escribió en Colosenses 3:13-15: “de modo que [tolérense] unos a otros y [perdónense] si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos” (NVI).

Facetas cálidas del hogar

¿Qué significa esta frase hoy para nosotras? Cuando Cristo entra en el corazón de una persona, la autoridad y el gobierno en nuestros hogares se reconfiguran. Siete veces en Colosenses 3 declara Pablo quién es Aquél que está a cargo: el Señor. Muchas de nosotras tiene un letrero en la pared en nuestros hogares con el versículo de Josué 24:15, que declara: “Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor” (NVI). ¿Estamos realmente sirviendo al Señor por la manera en que mostramos el amor-ágape, el perdón, la misericordia y la paz? ¿Estamos dejando que el Señor sea la cabeza de nuestros hogares y de nosotras mismas?  Son muchas las maneras en que nos desviamos del camino correcto en nuestras familias, pero la manera de enderezarnos es saber que Jesucristo es el Señor y hacer que nuestros hogares irradien las cálidas facetas de su diseño: órden y amor, disciplina y amor, justicia y amor.

Hogar: ¿Cómo es el ambiente que se vive en tu hogar? ¿Qué tipo de aire se respira en él? ¿Hay amor o hay odio? ¿Hay gracia o hay condena? ¿Hay perdón o hay acusación? Imagina a las familias de hoy acogiendo esta carta del Apóstol Pablo. Imagina su reacción a esta introducción a la caridad: el amor-ágape de Dios en el hogar.

Mateo 11:28–30, declara: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. El Espíritu del Dios Viviente quiere residir, no sólo en tu corazón, sino en el hogar con el que Él te ha bendecido. Las distintas piezas de nuestra familia podrán parecer algo diferentes unas de otras, pero las facetas del amor, la gracia, la paz y la caridad: todas ellas pueden ser halladas y vividas cuando Cristo está en el seno de nuestro hogar.

¿Anhelas que el amor de Dios fluya en y a través de tu hogar? ¿Crees que el fundamento de Dios para la familia es más grande que las opciones que nos ofrece la sociedad de hoy? Mantengamos y preservemos la estructura original del hogar: el amor incondicional de Dios. ¿Necesitas que tu hogar se renueve? ¿Necesitas que el Espíritu Santo venga a tu hogar y haga unos cuantos “arreglos”?”

Búsquenlo hoy a Él. Él restaurará a nuestras familias y creará espacios donde podamos entrar y decir: “¡Hogar, dulce hogar!”

Momento de compromiso

Recursos:

Wiersbe, Warren W. “A Family Affair.” Be Complete: Become the Whole Person God Intends You to Be, David C. Cook, 2008, pp. 139–148.

Macarthur, John F. “A New Man Makes a New Home.” Macarthur New Testament Commentary, Moody Press, 2015, pp. 166–175.

Llamado a la adoración: http://www.ministrymatters.com/worship/entry/8127/new-worship-connection-may-14-2017