¿Cuántas veces has tenido que pasar a dejar tu hijo o hija a un entrenamiento deportivo o a un ensayo de música que duraba sólo una hora? Y cada vez que lo haces optas por quedarte sentada en tu carro o leer un libro mientras esperas. En vez de esperar sola, organiza un encuentro con las otras mamás y compartan sus dones y talentos unas con otras. El grupo no estará necesariamente enfocado en la fe. Si eres la única cristiana en el grupo, puedes predicar con el ejemplo de tu vida. Tus palabras y tus actos le hablarán con elocuencia e impactarán espiritualmente al grupo de no creyentes. Nunca sabes qué dones podrá traer cada una de las mamás a los encuentros. Quizás una de ellas podría enseñar a las otras a coser o a hacer colchas. Otra podría informar a las demás sobre la comida sana, el ejercicio físico y la eliminación de toxinas de la dieta tradicional de sus familias.