Julio 2019 — ¡Que resuene la libertad!

Julio 2019 — ¡Que resuene la libertad!

“El Señor es el Espíritu; y, donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad” (2 Corintios 3:17).

Ideas del programa

  1. Cuando las integrantes del grupo empiecen a llegar, pon a tocar (en inglés) la canción de Gaither titulada “Let Freedom Ring” (Que resuene la libertad), disponible en YouTube.
  2. Prepara los siguientes versículos bíblicos en hojas de pergamino enrolladas y anudadas con un hilo de modo que representen un rollo antiguo: Juan 1:12; Gálatas 3:26; Romanos 8:2, Romanos 8:14, Romanos 8:15, Romanos 8:16, Romanos 8:17; Isaías 61:1; Gálatas 5:13; Efesios 3:12; 1 Pedro 2:16; 2 Corintios 3:17. Invita a las integrantes del grupo a compartir su rollo de pergamino durante el devocional.
  3. Momento de liberación. Imprime banderas de Estados Unidos en tarjetas de cartulina y dales una a cada una de las mujeres. Invítalas a escribir o dibujar en el reverso de la tarjeta lo siguiente:

a) Algo de lo que les gustaría liberarse.
b) Algo de su pasado de lo que el Señor ya las ha liberado.

Invita a las mujeres a compartir lo que han escrito o dibujado. Coloca las banderas en una cesta y oren todas juntas sobre ellas.

Decoraciones

Mesas: Cubre las mesas con manteles de color rojo, blanco y azul. Usa copias de la Declaración de Independencia como centros de mesa. Úsalas como regalitos de mesa para que las integrantes del grupo se las lleven a casa consigo.

Altar: Cubre el altar completamente con un mantel azul. Encima, pon un mantel rojo más pequeño. Añade en el centro un mantel amarillo de forma redonda o una servilleta de adorno. O bien usa una bandera del Ejército de Salvación de un tamaño apropiado. Coloca una Biblia y una copia enmarcada de la Constitución de EE.UU. sobre la tela amarilla en el centro. Coloca una pequeña bandera de EE.UU y del Ejército de Salvación a cada lado del altar.

Canciones

Pueden cantar las siguientes Canciones del Cancionero del Ejército de Salvación: 239, 405, 210, 301.

La libertad

En la película “Holiday Inn” de 1942, Bing Crosby canta una canción sobre la Libertad de los Estados Unidos, que celebramos cada año el 4 de julio. La canción habla de la libertad que los estadounidenses tienen para viajar a donde quieran, adorar de la manera que deseen, hablar y escuchar libremente; y no vivir presas del temor. En un momento histórico como el mundo viviría durante la Segunda Guerra Mundial este concepto impactó las conciencias de toda la gente. Era por la libertad que los estadounidenses estaban luchando.

La libertad siempre ha estado en el centro del estilo de vida estadounidense (la así llamada “American way of life”). La Guerra Revolucionaria tuvo como norte la libertad. No se inició, como muchas veces se dice, para liberar a las Colonias del gobierno inglés. Los Padres Fundadores no querían realmente separarse de Inglaterra. Sólo querían ser tratados equitativamente por la Monarquía y el gobierno británico. Tuvo que ver más bien con problemas como el de los impuestos y el requisito de fletar por barco a Inglaterra todo lo que se hacía en las colonias antes de que pudiese ser reenviado y vendido en las colonias a precios exorbitantes. Cuando su reclamo les fue denegado, les pareció que no les quedaba otra opción que la de sustraerse a ese tipo de restricciones abusivas. La única manera de hacerlo era luchar por lograr esa libertad.

Se puede decir que la Guerra Civil de EE.UU. también tuvo mucho que ver con la libertad. Si bien la esclavitud no fue el detonante original, pasó a ser el catalizador que condujo a la guerra. Adicionalmente, la abolición de la esclavitud es recordada hoy como el mayor logro de esa guerra pues les otorgó la libertad a quienes habían vivido esclavizados en contra de su voluntad. Se podría decir que la esclavitud es el antónimo de la libertad, aunque no es el único. Esclavitud, cautiverio, opresión, servidumbre, supresión, represión—todas éstas limitan o controlan la libertad de las personas. Lo mismo hace el pecado. El pecado nos esclaviza, pero si nos volvemos hacia el Señor, la condena de muerte espiritual que vivimos como resultado de nuestro pecado nos es conmutada. Es reemplazada por la gracia dadora de vida de nuestro Señor Jesucristo y del espíritu de vida que nos hace libres en Jesús. Todas nacemos esclavas del pecado, pero la libertad siempre está disponible para que optemos por ella y la aceptemos.

Durante los últimos 241 años desde que se firmó la Declaración de Independencia, que le otorgó la libertad al pueblo estadounidense, miles y miles de personas han venido a los Estados Unidos en busca de libertad. El Centro Nacional de Estudios Constitucionales describe a la Constitución de los EE. UU. (que fue posible gracias a la Independencia de Estados Unidos) como encarnación de una idea sin precedentes. Es decir, como algo que nunca antes había existido. Contiene el reconocimiento de que los derechos del pueblo estadounidense son dados directamente por nuestro Creador, es decir, por Dios. La Declaración de Independencia incluye la frase: “Sostenemos que estas verdades son de suyo evidentes, que todos los hombres son creados iguales, que son facultados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Eso debiese ser algo que todos los estadounidenses atesoren como valor, especialmente nosotras como mujeres cristianas. La Declaración, la Constitución y la Carta de Derechos de los Estados Unidos (“Bill of Rights”) conforman entre los tres lo que se conoce en inglés como “the Charter of Freedom” o, diríamos nosotras, “la Carta de la Libertad”. Esto hace de nuestra libertad nacional algo único, pues todos los demás gobiernos ponen la responsabilidad para decidir lo que los ciudadanos pueden y no pueden tener en manos del gobierno, sin reconocer las libertades dadas a nosotros por Dios. Este rasgo único de nuestro ordenamiento constitucional nos ofrece algo por lo que podemos celebrar cada año en el Día de la Independencia.

Como cristianas, somos hijas de Dios; somos Sus hijas; y todos los seres humanos son hermanos y hermanas de Jesús. Todos somos creaciones de Dios, pero las Escrituras nos dice: sólo aquellos que lo reciben, que creen en Su nombre, tienen el derecho de convertirse en hijos de Dios. Esto nos da una libertad especial que nace de la fe en Cristo. No la libertad de hacer cualquier cosa que se nos venga a la cabeza, o de hacer algo que nos parezca entretenido, ni lo que el mundo nos dice que debemos querer hacer. Sino la libertad sobre el pecado, el mal y la oscuridad. Isaías profetizó que el Mesías vendría un día a proclamar la libertad para los prisioneros. Jesús nos dijo que Él ha cumplido esa promesa.

Cristo nos ha liberado y somos llamadas a ser libres. Es a través de la fe en Jesús que nos podemos acercar a Dios con confianza. Nuestro deseo es vivir como personas libres, pero es importante no creer que podemos usar esa libertad para encubrir el pecado o para satisfacer los deseos de la carne. Nuestra libertad sobre el pecado nos llama a ser esclavas de Dios, a hacer siempre Su voluntad y a seguir Sus caminos. No una esclavitud de opresión y dolor; sino todo lo contrario: una entrega total que nos da acceso a la libertad y al regocijo de vivir nuestras vidas sirviendo a nuestro Salvador. Eso nos da algo muy especial que podemos celebrar cada día de cada año.