Enero 2021 – ¡Sé espontánea!

Enero 2021 – ¡Sé espontánea!

Introducción

Este programa explora cómo el ser espontánea es beneficioso para nuestro estado mental y emocional.

Juego para romper el hielo

Este juego en familia, que combina los juegos que se conocen en inglés como Pictionary y Telephone, resulta muy entretenido con un grupo de personas. Consulta el sitio web de abajo para obtener instrucciones sobre cómo se juega. Si bien no es necesario, hay en Internet una plantilla del juego se puede bajar e imprimir.

 https://www.theredheadedhostess.com/blog/home-and-family/fun-home-and-family/fun-family-game-2-sentence-game/

Para conocerse

Diles a las mujeres que escriban en una papeleta de Post-It unas 4 o 5 palabras en que se describen a sí mismas. Pega las notas con las palabras a la pared y haz que las mujeres traten de adivinar a cuál de ellas describen cada una de las notas.

¿Alguna vez . . . ?

Alienta a las mujeres a participar en un programa en el Cuerpo en el que nunca antes hayan participado. Puede que nunca antes hayan llenado bolsas en la despensa de comidas o asistido a un estudio bíblico en la casa de otra persona.

Notas de cuidado comunitario

A todas nos gusta recibir una tarjeta postal por correo. Imprime en papeletas los nombres de personas que ya no vienen al Cuerpo o los de salvacionistas que están sirviendo en el extranjero. Invita a las mujeres a escoger un nombre del recipiente y diles que le escriban una tarjeta postal a esa persona, recordándole que hay quienes están pensando en ella y quieren que lo sepa.

Idea de comida

Organiza una comida a la canasta en que cada una de las participantes trae un plato para compartirlo entre todas y alienta a las mujeres a preparar un plato de comida que sea único como parte de su legado cultural o quizás algo que ellas piensan que se aparta de la norma. El objetivo es servir platos de comida que las mujeres nunca antes hayan probado.

Siempre lo hemos hecho de esta manera

Pasaje bíblico relacionado: Juan 21:4-6.

Si alguna vez has estado empleada en algún trabajo por largo tiempo o has asistido a una iglesia por más de una década, lo más probable es que hayas escuchado a alguien decir: “¡Pero si siempre lo hemos hecho de esta manera!” De hecho, quizás tú eres la persona que lo dijo. Yo sé que yo misma lo he dicho más de una vez. La verdad es que es difícil hacer un cambio. Todas reaccionamos siguiendo un patrón común. Las cosas van bien, y cuando la vida va bien, ¿por qué cambiar? Incluso puede que hayas dicho: “Si no está roto, no lo arregles”.

La imagen que se nos ofrece de los discípulos en los cuatro evangelios realmente me hace pensar que no somos muy diferentes de ellos. Hacia el final del libro de Juan, Jesús se les aparece cara a cara a los discípulos en la planta alta después de su resurrección. Es aquella conocidísima ocasión en que Tomás duda que se trate de Jesús hasta que le toca las heridas que dejaron los clavos en Sus manos.

Después de aparecerse a los discípulos en la planta alta, Jesús se les aparece de nuevo—esta vez cuando están pescando en el Mar de Galilea. Simón Pedro decide ir a pescar y el resto de los discípulos lo siguen. Tras una larga noche intentando pescar recogen la red y está vacía. Temprano a la mañana siguiente, Jesús los llama desde la ribera y les pregunta si han logrado pescar algo. Le dicen que “no”, sin percatarse de que es Jesús. Él les dice que arrojen la red del otro lado de la barca. Cuando lo hacen, es tanto lo que pescaron que tienen dificultades para recoger la red llena de peces. Casi de inmediato, Juan se percata de que el hombre en la ribera es Jesús. Como en esta experiencia de los discípulos, a veces se necesita una gran señal de Dios para captar nuestra atención.

Pienso que hay dos lecciones básicas que podemos aprender de los discípulos y de esta historia milagrosa relatada en el libro de Juan.

Cuando tratamos de hacer las cosas por nosotras mismas, no solemos hacerlas de la mejor manera. Podemos trabajar duro y poner toda nuestra fuerza en algo, incluso pasar una o dos noches en vela, pero si pensamos que somos suficientemente fuertes para hacer todas las cosas por nosotras mismas, nos equivocamos. El apóstol Pablo habla de esto en 2 Corintios. Escribe: “Pero él me dijo: ‘Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad’.Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 12:9, NVI).

Los discípulos pasaron toda la noche intentando pescar, pero no lograron sacar ni siquiera un pez. Si hubiese sido yo quien estaba en esa barca, nadie se habría sorprendido de mi falta de éxito—pero ¿los discípulos? Antes de que Jesús los llamara a seguirlo, varios de sus discípulos eran pescadores. Habían pasado años pescando día tras día, de modo que haber pasado toda la noche pescando sin pescar nada era algo muy desconcertante. Cuando Jesús entró en escena y les dijo que arrojaran la red del otro lado de la barca, podemos ver por el resultado que Su poder se hace perfecto en la debilidad de ellos. Cuando nos sentimos derrotadas o cuando nos sentimos tentadas a pensar mejor de nosotras de lo que debiéramos, ojalá podamos recordar esta lección.

No pretendo saber lo que los discípulos estaban pensando cuando Jesús les dijo que arrojaran la red del otro lado de la barca. En esa situación, yo me habría mostrado escéptico. Yo me habría preguntado: “¿Va realmente a funcionar esto? He estado tratando de pescar toda la noche sin ningún éxito. ¿Cómo va a servir de algo arrojar la red del otro lado de la barca?” Pienso que podemos aprender de los discípulos que cumplir rápidamente lo que dice el Señor es siempre una buena idea.

A veces las maneras en que Dios nos pide que seamos obedientes nos pueden parecer un poco extrañas. A veces es difícil escuchar a Dios cuando nos llama a obedecerle porque estamos atascadas haciendo cosas de la manera en que pensamos que se las debe hacer—de la manera en que siempre las hemos hecho. Quizás Dios nos está llamando hacia algo nuevo y necesitamos arrojar nuestra red, por así decir, del otro lado de la barca.

En  nuestro caminar con el Señor, recordemos que confiar en Él es lo mejor que podemos hacer con nuestras vidas. Él nos puede llamar a hacer cosas que parecen sencillas o tremendas o incluso que no parecen tener sentido, pero Él es cariñoso y bueno y nosotras podemos confiar en Él.